Por: Natalia Otero Herrera
Ilustración: Liév.
Un glosario sencillo para comenzarnos a familiarizar con el lenguaje de la paz. En esta entrega, un concepto que a su vez narra la historia de cómo se decidió en Colombia y en el mundo que cultivar una serie de plantas estaba prohibido.
«Teníamos dos finquitas que sumaban casi tres hectáreas en San Miguel, Putumayo, cerca del final del país. Sembrábamos coca y eso, ¡uy, sí que le ganábamos! En el 93 yo arranqué a traerme la coca peruana Tingo María. Esta sacaba cosecha cada dos meses, por hectárea me salían 20 o 30 morros que alcanzan para cinco kilos de pasta. En 1998, un kilo de pasta de coca valía $1.200.000. Yo le ganaba algo como $350.000 a cada hectárea, o sea que cada dos meses me hacía $1.500.000 en total (casi el doble del salario mínimo mensual en Colombia para la fecha). De eso vivíamos mi esposa, mis dos hijas y yo, y vivíamos bien; el pago era inmediato y en efectivo, y los comerciantes que la llevaban a Ecuador y a Bolivia la recogían allí mismo en las fincas.
En 2001 llegó el Plan Colombia al Putumayo y se dio la primera oleada de erradicación de cultivos. No nos tocó porque no teníamos nexos directos con grupos ilegales y el gobierno Pastrana con la ayuda de Estados Unidos iba tras los narcos. En 2005, llegó el Frente 48 del Bloque Sur de las FARC y se tomó las finquitas. Montaron una casucha, un laboratorio, mejor dicho, y empezaron a comercializar la cocaína ahí en nuestro territorio.
Nos hacían cultivarles nuestra coca, que porque así no nos mataban, nos dejaban quedarnos y algo de ganancia nos daban. Para finales del 2006 un kilo de pasta estaba valiendo $800.000 pesos y los comandantes nos dejaban a los campesinos de a $200.000 o $250.000 mensuales. Había días que seguíamos de largo sin un peso y nos tocaba callar. Cuando llegaron los paracos del Bloque Sur Putumayo de las AUC, se veían laboratorios por donde fuera, y cada nada había incendios porque entre los bandos se quemaban el negocio del otro. Si alguna casucha se prendía nos avisábamos entre vecinos y salíamos corriendo.
En 2007, cuando el gobierno empezó a erradicar bruscamente los cultivos, las tensiones incrementaron en San Miguel. Yo salí para Túquerres, en Nariño, con mi familia. Allá caí en una mina antipersonal que me dejó sordo de un oído, entonces a los dos años nos volvimos a la finca. El terreno estaba abandonado y como no echaron químicos nos pusimos a laborar la tierra y empezamos a sembrar cacao, porque en Ecuador se estaba comprando mucho el producto. Pero no teníamos los conocimientos. Yo no tenía idea de podarlo, lo mochaba todo y eso no crecía bueno. Perdí el tiempo y la platica.
La cosa se puso fea, fea, en 2009. Los paramilitares se habían desmovilizado entonces toda la zona quedó al mando de las FARC; estaban el frente 48, el 32 y un montón de bandas criminales que empezaron a hacer limpieza social con cualquiera que no les colaborara con el tráfico de la droga. No había control de nada y hasta los policías estaban metidos en el negocio. La violencia empezó a encrudecerse. Cuando el ejército empezó a entrar, los guerrilleros minaron los cultivos para que no se los exterminaran como ya había pasado. Y entonces, arrancaron con las fumigaciones aéreas. Pasaban aviones que rociaban los cultivos.
Dañaron el suelo, nuestro suelo. El que por años y años, en el territorio amazónico, nuestros ancestros habían cultivado. Sí es malo lo que uno ha cultivado, la coca, digo. Pero si uno lo hace es para el beneficio de uno porque con la plata que se consigue uno no hace maldades, no va matar gente, no va a hacer matar gente, nada… Lo que uno consigue es para el sustento de la familia.
Ahora cultivamos pimienta negra. Pero se demora mucho en dar y así no podemos vivir. Por mí, vuelvo a la coca».
*Porfirio Díaz, campesino de San Miguel, Putumayo. Excultivador de coca y actualmente de pimienta negra.
*El nombre de la fuente fue cambiado por petición propia.
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Cultivos ilícitos: En la Conferencia de las Naciones Unidas de 1972, 73 estados se reunieron para la aprobación de la Convención Única de 1961 sobre estupefacientes en la que se declaró que: las partes prohibirán —a su juicio, para proteger la salud y el bienestar público—, la producción, fabricación, exportación e importación, comercio, posesión o uso de estupefacientes, así como el cultivo de la adormidera (opio), del arbusto de coca o de la planta de la cannabis.
En Colombia, el Art. 3º de la Ley 30 de 1986 define que la producción, fabricación, exportación, importación, distribución, comercio, uso y posesión de estupefacientes, lo mismo que el cultivo de plantas de las cuales estos se produzcan, se limitará únicamente a fines médicos y científicos. Por ello, en el Art. 32º, se estipula que las personas que sin permiso de autoridad competente, cultiven, conserven o financien plantaciones de marihuana o cualquier otra planta de la que pueda producirse cocaína, morfina, heroína o cualquier otra droga que genere dependencia, incurrirá en un delito castigado con prisión de cuatro a doce años, y será multado con diez a 400 salarios mínimos mensuales. Así, todo cultivo que produzca estupefacientes sin autorización, se convierte en un cultivo ilícito.
Las cifras:
- En 2001 se registraron 145.000 hectáreas con arbustos de coca en Colombia. En 2013, 48.000 hectáreas.
- 298 hectáreas sembradas de amapola fueron identificadas en 2013.
- Hoy en día, en el departamento de Nariño se encuentra el 27% del área sembrada de coca. Es el departamento con más presencia de esta planta en todo el país.
- En 2013, se registraron 61.700 hogares involucrados con el cultivo de coca.
- Desde la implementación del Plan Colombia en 2001 hasta 2013, Colombia ha recibido $9.000 millones de dólares por parte de Estados Unidos para financiar la guerra contra las drogas.
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