Tal vez, en lo único que hay consenso alrededor de la figura de Antanas Mockus, es que se trata de un político creativo. Año tras año -desde que lo conocimos como Rector de la Universidad Nacional- ha estado en la retina de la opinión pública: nos reímos de él, lo admiramos, lo criticamos, lo escuchamos, hablamos de él.
En 2015 comenzó a sonar con una propuesta: marchar por la vida. Al principio, fue bien recibida y, casi sin importar el tinte político, la mayoría de sus colegas vio con buenos ojos salir a las calles por una idea sana e inocente. Sin embargo, desde hace un mes, tal inocencia se desdibujó. La historia la conocemos y ni la extrema derecha ni la extrema izquierda, se sumaron a la iniciativa. En un país que se desangra desde hace más de medio siglo, marchar por defender lo más básico se convirtió en motivo de rencillas, duelos e insultos. Y, claro, el escándalo hizo mella en el número de adeptos.
Ya no serán tantos en las calles pero a Mockus, posiblemente, eso no lo afecte. Su estilo es nadar a contracorriente. No importa si a su lado marchan cuatro personas o tres millones, el lunes 9 de marzo –nos dijo- seguirá trabajando por la misma causa: la vida.
PACIFISTA: Las noticias más terribles en Colombia este año tienen que ver con los niños: masacrados, degollados, desmembrados, linchados, ¿no debería ser esta una marcha por la vida de los niños?
Antanas Mockus: Esa es la primera tarea. La violencia comienza por casa y si logramos un consenso social alrededor de la vida como algo sagrado, entonces antes debemos decir: “con los niños no se metan”.
P: ¿Cómo explicar que la gente en Colombia no se sensibilice frente a un tema tan básico como “defender la vida”?
A.M.: Hemos sido indiferentes frente al otro, frente al dolor del otro y, lamentablemente, esa ha sido una constante en nuestro país…
P: Especialmente, en las nuevas generaciones.
A.M.: Exacto. Debemos aprender a perdonar y a dejar la intolerancia a un lado. Los jóvenes deben pensar en algo básico, en tener una motivación básica: “quiero llegar a viejo”. Yo, por ejemplo, quiero llegar a viejo y esa debe ser una consigna para que los jóvenes apliquen más la tolerancia y paremos de matarnos.
P: Se piensa, a veces, que este nivel de violencia entre jóvenes no sucede en otros países, que se trata de un caso único colombiano.
A.M.: En América Latina, los jóvenes son muy violentos pero en Colombia, los jóvenes son cuatro veces más violentos que el promedio mundial. La única excepción es Perú. Nosotros deberíamos importar las estrategias peruanas para que ser joven sea un privilegio y no una maldición.
P: Una maldición en la política, en las tribunas, en el barrio, en el campo, en la casa, ¿qué se salva?
A.M.: Hace varios años mandé a hacer una camiseta con una frase: “Para ser ciudadano renuncio a mi violencia”, y hoy sigo creyendo en eso. Ser ciudadano en la política o en la casa, implica renunciar a ese “guache” que todos llevamos adentro.
P: El “guache” que usted dejó salir, por ejemplo, siendo candidato a la Alcaldía de Bogotá y se fue a los puños con varios jóvenes en la Universidad Nacional que no lo dejaron dar su discurso.
A.M.: Ese guache que todos tenemos, hay que dejarlo a un lado. Hay que dejarlo quieto en primera. Pero acá lo importante es reconocer que ser ciudadano implica, también, pensar diferente.
P: Suena fácil pero la historia del conflicto armado en Colombia demuestra que si piensas diferente, te matan.
A.M.: Precisamente por eso es un acierto tan bello, porque requiere no matar. No hemos aprendido la lección pero seguiré insistiendo.
P: ¿Qué pasará con usted después de la “marcha por la vida”?
A.M.: Yo quiero pertenecer a una red para preservar vidas. A partir del lunes, dedicaré gran parte de mi tiempo a conformar esa red e invitaré, nuevamente, a Álvaro Uribe y a Iván Cepeda.