Por: Jonathan Bock
Detrás de la cortina, en lo más alto de la estantería, se esconde un testimonio incómodo. El rector del colegio pide a un asistente que desempolve un libro grueso de lomo rojo. Sus dedos buscan entre las páginas hasta que encuentra la hoja indicada. Con los ojos sigue las letras y en voz alta lee: Luciano Marín Arango, quien tenía estudios de bachiller normalista, fue jefe del departamento de biología en el año 1978 y 1979.
El libro recuerda los días en los que Luciano Marín no era “Iván Márquez”, el poderoso jefe de la guerrilla de las FARC, sino un desaliñado profesor de biología que dormía sobre una estera de noventa centímetros, en una pequeña habitación olor a cigarrillo a unas cuadras del colegio.
De esos años casi ni se habla. 35 años después, el paso de “Iván Márquez” como profesor del colegio ‘Corazón Inmaculado de María’, sigue siendo un recuerdo sobre el que muchos de sus exalumnos prefieren no dar pistas. Mancha el nombre del Doncello, dicen, un pueblo del norte de Caquetá que conoce muy bien las vísceras de la guerra.
Los días duros de sangre y fuego han desaparecido, pero la gente tiene viva en la memoria los años de las despariciones forzadas por parte de los paramilitares, los combates entre guerrilla y Ejército, los secuestros y los bombazos. Tal vez, uno de los episodios más crudos, fue el asesinato en el año 2000 de la familia Turbay Cote por parte de la columna Teófilo Forero, en la carretera que conduce a Puerto Rico. La única sobreviviente, Constanza Turbay, fue una de las primeras víctimas en viajar el año pasado a La Habana como parte de la primera comisión que tuvo un “cara a cara” con los negociadores de las FARC. Según lo relató ante los medios días después, “Iván Márquez” le pidió perdón por esa masacre: “Estábamos en el receso y yo hablaba con otra persona. ‘Iván Márquez’ se me acercó y me dijo: “Lo de las FARC con tu familia fue un error muy grande, yo te pido perdón (…) Tu hermano Rodrigo era un gran hombre”.
Pero el profesor Marín, no es el único jefe de las FARC que tiene historia en el pueblo. Luis Édgar Devia, alias ‘Raúl Reyes’ (muerto en 2008), fue concejal del Doncello por el partido Frente Democrático, a finales de la década del setenta. Devia llegó al Concejo después de haber sido empleado en la planta de Nestlé que existía en el municipio, y donde se convirtió en líder de los sindicalistas.
Al igual que ‘Reyes’ y ´Márquez’, varios profesores y jóvenes estudiantes de la zona terminaron engrosando las filas guerrilleras. “Casi todos los que entraron, hoy están muertos o desaparecidos”, explica un vecino del municipio quien a sus casi sesenta años los ha podido contar por decenas.
A su llegada al Doncello -proveniente de Florencia-, “Iván Márquez” era tan solo un normalista pero ya se le notaban sus dotes políticos. Esta era una tierra que, como el resto del país, se debatía entre liberales o conservadores, rojos o azules, sin espacio para otras ideas. Desafiar esa lógica en público era motivo de amenazas. El sigilo se convertía en la mejor estrategia para los que pensaban hacer una revolución. “Él nos reunía por las noches a sus estudiantes, a los que queríamos, claro está. Era una casa a la que se entraba por la puerta de atrás”, recuerda, en voz baja, una de sus exalumnas que prefiere dejar su nombre en reserva. “En esa casa hacía referencias a Marx, Mao (Tse Tung), leía párrafos y capítulos de sus libros y hablaba de la revolución. Yo iba para no quedarme en la calle y para hacer algo, aunque nunca me llamó mucho la política”.
“En esas noches, el profesor hablaba sobre cómo el imperialismo se llevaba las riquezas del petróleo y que no podíamos permitir eso. También arengaba sobre la tierra, decía que en Colombia toda le pertenecía a cinco familias: a los Lleras, a los López Michelsen (…), es el mismo discurso que treinta años después repite en la Habana”, recuerda otro de los exalumnos del colegio.
Pero las arengas y el descontento no parecen ser cuestiones del pasado. El pasado jueves 26 de febrero, un hombre con megáfono en mano, recorrió las calles del pueblo convocando a una protesta contra la extracción petrolera. Según ellos, por lo menos doce firmas extranjeras quieren ingresar al Caquetá interesadas en la extracción. Se congregaron cerca de 500 campesinos de distintas asociaciones y municipios como Puerto Rico y San Vicente del Caguán. En un momento importante de la reunión, José Benito Cabrera, alias “Fabián Ramírez”, Jefe del Bloque Sur, envió un saludo a los campesinos desde La Habana. Política vía satélite.
De profesor a guerrillero
Los días de Marín como profesor ocurrieron tres años antes de que él decidiera ser guerrillero activo del Tercer Frente de las FARC que operaba en las montañas aledañas al Doncello y otras poblaciones como Montañita, Paujil y Puerto Rico. “Ni yo, ni los otros profesores del colegio podíamos siquiera sospechar que Márquez, una persona tan reservada, hiciera parte de un grupo ilegal”, recuerda Roque Cisneros quien acaba de cumplir treinta años al frente de la institución.
A lo largo de estas décadas, son pocas las veces que ha mencionado el tema. “Nosotros no contamos esto a los alumnos; si alguno pregunta tampoco se lo escondemos, pero no es algo que se haga con normalidad”, admite en tono pausado. Tampoco se habla del ‘Iván Márquez’ en su papel de ideólogo y principal negociador de las FARC en los diálogos de Paz. Cisneros dice que están esperando la orden del Ministerio de Educación para conocer cuál es la ruta para tocar el tema con los 1050 alumnos que hoy tiene el colegio.
Otro exalumno de “Márquez”, recuerda que era su madre quién le lavaba la ropa a Luciano Marín. Tenía 18 años y le tocaba ir por la tula a una habitación “llena de libros y papeles desordenados”. “Yo asistía a sus reuniones, las que hacía en la noche, hasta que empecé a oír cosas que no me gustaron y deje de ir –recuerda el exalumno que hoy trabaja en la Alcaldía-. Verá, en mi casa, mi mamá era muy religiosa y por supuesto que yo tenía que ir todos los domingos a misa, y esa era una de las cosas con las que el profesor no estaba de acuerdo. Pero eso no era lo más grave: resulta que también empezó a decir que había momentos en los que la revolución exigía traicionar a su propia familia o, en algunos casos excepcionales, sacrificar a los miembros más queridos. Yo pensé: este señor nos está diciendo cosas que van en contra de mi familia, eso no puede ser, reflexioné, y dejé de ir”.
Luciano Marín no sólo utilizaba las noches para adoctrinar a los jóvenes del pueblo. Durante el día, después de sus clases de biología, recomendaba a sus estudiantes quedarse quince minutos más para que escucharan sus críticas a la política nacional pero también a la intervención de agentes extranjeros en asuntos nacionales.
En otras ocasiones, recuerdan algunos testigos, sus métodos eran menos discretos: gritaba arengas contra el gobierno, líderes políticos o repartía cuartillas que imprimía en un mimeógrafo que había en el colegio.
A comienzos de 1981, las huellas de ‘Iván Márquez’ desaparecieron del Doncello. Algunos, no muy seguros de sus palabras, dicen que solicitó un traslado a Cartagena del Chaira (Caquetá) donde las FARC tenía más ingerencia.
Retornaría al Doncello tres años después, no como profesor sino como político. Llegó después de la tregua de La ‘Uribe’, proceso que se llevó a cabo entre el Gobierno de Belisario Betancur y la guerrilla. Fruto de esos acuerdos, la izquierda se presentó a las elecciones de 1986 y ‘Márquez’, quién había sido concejal por Florencia, fue suplente a la Cámara de Representantes, elegido como miembro de la Unión Patriótica (UP).
Pocos meses después, comenzaron a asesinar a los líderes políticos de este partido. “Iván Márquez” recibió amenzas de muerte. El periodista Jorge Enrique Botero recuerda en una entrevista que le hizo al jefe guerrillero, publicada en el 2013, que primero apareció una corona fúnebre recostada en la puerta de su apartamento. “Las orquídeas moradas de la muerte venían acompañadas de su respectivo sufragio en el que se lamentaba su deceso. En un recorrido por el Barrio Obrero de Florencia eludió otro encuentro con la muerte que le tenían preparado sicarios en motocicleta. Hasta que llegó la orden de Manuel Marulanda y Jacobo Arenas: -¡Iván, usted se viene inmediatamente!-. En Casa Verde, Marulanda y Arenas le notificaron que dejaba la curul para irse de nuevo a la selva, como jefe del Bloque Sur de las FARC”.
No se sabe cuáles son los recuerdos del guerrillero sobre sus años como profesor de biología en El Doncello. El pueblo tratar de desprenderse de ese pasado que comenzó con arengas pero que terminó con masacres, amenazas y secuestros. Pero la guerra es un asunto del presente: las minas antipersona sembradas por la guerrilla en los alrededores del municipio limitan no solo el ingreso de la fuerza pública a las zonas rurales sino de otras instituciones y organizaciones humanitarias que asisten a los campesinos. Sus pobladores aún viven cercados por explosivos.