Cámara al hombro para defender La Serranía

Por: Pacifista

 

-Buenos días.

 

-Buenos días.

 

-Estoy por aquí como representante de la multinacional porque vamos a empezar a trabajar estas minas que hay por aquí, ya tenemos el permiso del Gobierno.

 

– ¿Cómo así que nos van quitar nuestras tierras?, ¿eso qué es? Tanto tiempo nosotros viviendo aquí, entonces, ¿es tiempo perdido?

 

-Tenemos que hacer una organización, tenemos que organizarnos para que no nos quiten nuestras tierras.

 

La secuencia es breve. En la imagen aparecen cuatro personas: el hombre blanco, alto, dice ser el representante de la multinacional, dos campesinos tratan de lucir furiosos y responden al anuncio. En el fondo, una niña que no interviene se revuelca en una banca improvisada. El escenario es una carpa de guadua con un techo de tela verde de construcción.

 

 

Pantalla negra: 5 días después

 

-Buenos días, ¿cómo están? Soy funcionario del Incoder y ando por aquí porque, tengo entendido, los han visitado unos funcionarios de las multinacionales para explotarles los terrenitos ya que no tienen títulos.

 

-Sí, ¿qué tenemos que hacer?

 

– Lo que hay que hacer es organizarse en consejos comunitarios para que el Incoder les de sus títulos, porque hace mucho tiempo están trabajando y no cuentan con nada.

 

En la imagen, los dos campesinos y la misma niña que no interviene. El mismo escenario, el plano varía. El funcionario extiende un documento y recoge una firma. Los felicita por organizarse.

 

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Manuel Tovar con dos mujeres de El Bagre, Antioquia.

 

Pantalla negra: 1 año después

 

Ya son tres niños, la misma pareja de campesinos. Llega otro funcionario del Incoder al mismo rancho.

 

-Hicieron ustedes bien en constituirse como comunidad negra, por lo tanto ya les titularon una cantidad de tierra de mil hectáreas (…) Aquí tienen el título para que ustedes tengan esto como un tesoro y siembren en esa tierra y cuiden esa tierra.

 

Son actores naturales, siguen el guión de uno de los primeros cortometrajes del Colectivo por el Derecho a la Tierra del municipio de El Bagre, en el Bajo Cauca de Antioquia. Esas son sus historias y las de varias familias de la Serranía de San Lucas que emprendieron su lucha, cámara en mano, por la defensa de su territorio.

 

Manuel Tovar, el realizador

 

 

“La zona donde vivimos, San Lucas, ha sido muy atropellada por el Estado y por los grupos al margen de la ley. Dijimos, hombre ante el abandono, conformemos un colectivo para que lo que nos suceda podamos comunicarlo. Pensamos que, a través de esto, podríamos llegar a las instituciones para hablar de nuestras problemáticas y nuestras potencialidades”. Habla fluido, con acento, se llama Manuel Tovar Seña y lidera el colectivo.

 

También es víctima del conflicto, profesor y estudiante. Enseña matemáticas y español en la institución educativa 20 de julio, una de las más grandes de El Bagre y el principal destino de los niños desplazados que llegan con sus familias a la cabecera por cuenta del conflicto en la Serranía de San Lucas.

 

“Mi aula es el reflejo de lo que yo viví cuando nos desplazamos”, dice Manuel. Recita su historia en orden, hace un resumen rápido y completo: “Mi papá y mi mamá son de la costa, llegaron a estos territorios en busca de tierra porque en la costa toda la tierra ya estaba en manos de los terratenientes. Aquí nací, estudié en la vereda y por causa de la violencia nos tocó desplazarnos al casco urbano. Eso me facilitó la posibilidad de estudiar en el Sena y en ese proceso me hice amigo de una cantidad de maestros. Me fui enamorando de la docencia hasta que, en 2009, tuve la oportunidad de ingresar a la Normal Superior del Bajo Cauca, así que soy normalista con énfasis en ciencias y matemáticas. Posteriormente me presenté al concurso y en 2010 me oficialicé como docente de El Bagre”.

 

Por eso, insiste, su aula es el reflejo de lo que vivió como desplazado y, como no ha dejado de estudiar, un curso de guion con el cineasta Víctor Gaviria y varios cursos de capacitación le dieron la idea de conformar el colectivo como una opción para tomar las banderas por la formalización de la propiedad campesina en San Lucas.

 

“Cuando nosotros llegamos a las comunidades y empezamos a decirle a todo el mundo que íbamos a crear un colectivo, no falto el que dijera que iban a tomar represalias contra nosotros. Más de uno me decía: ‘ten cuidado que te puedes ganar un tiro a son de nada’. No vamos a decir que no nos dio miedo, pero empezamos el primer encuentro en la zona rural y no pasó nada, vimos resultados positivos y dijimos, hagámosle con alma y corazón”.

 

Ese miedo que, reconoce Manuel, sintieron en 2011 los primeros integrantes del colectivo cuando apenas estaban moldeando la idea, se mantuvo guardado durante mucho tiempo. Cuenta, a modo de anécdota, que dos años más tarde, en una conversación entre amigos, se revelaron el temor que para todos representó enfrentar los intereses de grandes propietarios y de los actores armados de la zona. Hoy hacen cortometrajes, programas de radio, series fotográficas. El miedo sigue guardado.

 

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Radio, video y fotografía son solo tres de las propuestas del Colectivo por el Derecho a la Tierra.

 

 

La propiedad de la tierra

 

Durante décadas, campesinos, comunidades negras e indígenas zenúes, emberá-katío y emberá-chamí han ocupado sus territorios en la Serranía de San Lucas sin títulos de propiedad. Esto convirtió a toda la región en un espacio vulnerable al despojo.

 

La Serranía comprende municipios de Antioquia y del sur del Bolívar. A parte de su riqueza económica, es una zona estratégica de movilidad entre el centro del país y la región caribe. Desde los años setenta hicieron presencia las guerrillas, primero el ELN y luego las Farc, las cuales vieron en el abandono estatal y el descontento social un ambiente propicio para sus proyectos políticos.

 

Desde finales de los noventa el paramilitarismo incursionó en la zona y tomó el control a través del Bloque Mineros y del Bloque Central Bolívar de las AUC. Además, la zona representa un corredor estratégico para el narcotráfico hacia la región del Urabá y el Golfo de Morrosquillo. Después de la desmovilización de los paramilitares, la violencia se intensificó debido a los intereses de las bandas criminales en la zona y a la disputa que significaba la estrategia de Consolidación Territorial llevada a cabo por el Gobierno Nacional.

 

Como si fuera poco, se trata de la región que concentró el mayor número de hectáreas sembradas con hoja de coca en el país entre 2001 y 2011. Con la erradicación de los cultivos de uso ilícito, la economía volvió a centrarse en la minería que combina la actividad de mineros pequeños y artesanales con las grandes titulaciones mineras a por lo menos cuatro multinacionales, las mismas que están representadas en el hombre blanco del cortometraje que representa la llegada de los intereses extractivos a esos territorios.

 

En los últimos años, las comunidades indígenas organizadas en resguardos como Los Almendros y Valle del Sol han conseguido la titulación colectiva de la tierra, lo mismo han hecho varias comunidades negras. Paradójicamente, quienes están más desprotegidos frente a ese derecho son los campesinos, quienes son mayoría entre los 26 integrantes que tiene el colectivo en la actualidad.

 

Manuel dice que “ha habido solidaridad de los grupos étnicos y campesinos para la lucha del reconocimiento del derecho a la tierra del campesinado de la zona” y que esto no solo se debe a la organización que ha generado el colectivo sino también a las redes que todos tejieron para sobrevivir al conflicto.

 

Fue así como en 2014 se aprobó una propuesta de reparación colectiva para poblaciones campesinas del corregimiento de Puerto López. Incluye estrategias de acceso a la educación superior para los más jóvenes, desarrollo de proyectos en producción de miel, caucho y cacao, y la construcción de un centro de salud equipado y funcional. Además, están en marcha procesos de titulación de 400 predios para familias campesinas de la zona.

 

Hoy, además de grupos dedicados a trabajar en fotografía, video y radio, el Colectivo tiene comités de logística, investigación, arte y recursos didácticos. También recibieron una invitación del PNUD para que, una vez se firmen los acuerdos de La Habana, redacten una propuesta de comunicaciones que se pueda implementar en otras comunidades.

 

Sin embargo, persisten problemas relacionados con la conectividad y el acceso a tecnología. Manuel cuenta que muchas veces tienen que transportar la información entre las veredas en forma física y que “una USB se puede demorar cinco horas en mula para llegar al pueblo”. Dice que pese a las dificultades, los jóvenes han aprendido a conocer el territorio desde otros puntos de vista y por eso muchos de ellos quieren hacer parte del colectivo.

 

Manuel no reclama los avances en titulación como logros del colectivo, pero dice convencido que el trabajo de sus integrantes para hacer públicas las problemáticas de San Lucas y los sueños de sus habitantes ha logrado transformar, por lo menos, la forma como se ven a sí mismos.

 

“Ver su rostro plasmado en un video es una alegría enorme para los campesinos –dice Manuel-, son personas que nunca han tenido la posibilidad de tomarse una foto y colgar en su pared una imagen de lo que les pertenece, cuando se ven reflejados en la pantalla, la risa no la pueden contener”.

 

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