El impulso que esperan en las tierras de “El Alemán”

Por: PACIFISTA

 

Siete procesos que reposan en los expedientes de la justicia ordinaria y la interpretación de una juez de ejecución de penas sobre la fecha de inicio de su condena en el marco de Justicia y Paz, enredaron la libertad de Fredy Rendón Herrera, alias El Alemán, exjefe del bloque Elmer Cárdenas de las autodefensas.

 

Uno de los siete delitos que señaló el juzgado que negó su libertad la semana anterior está relacionado con el reclutamiento de por lo menos seis menores de edad por fuera de los plazos de Justicia y Paz. A ellos se suman 309 reclutamientos de niños que el propio Rendón Herrera aceptó y hacen parte de los delitos por los cuales fue condenado a ocho años de cárcel con base en la ley de alternatividad penal para los paramilitares.

 

Para la defensa de “El Alemán”, su pena está cumplida, pues lleva cerca de nueve años preso desde su postulación a Justicia y Paz. Para la juez que ordenó mantenerlo detenido, la sentencia solo empezaría a contabilizarse desde el momento en que fue condenado. Será el Tribunal Superior de Bogotá el encargado de tomar una decisión definitiva. Si acoge la interpretación de la defensa, Rendón Herrera vería muy pronto la libertad, si acoge la de la juez, el jefe del Élmer Cárdenas tendría que permanecer por lo menos cuatro años más en la cárcel de Itagüí.

 

Mientras se resuelven todos esos líos jurídicos, en Urabá y el norte del Chocó hay diferentes lecturas sobre las consecuencias de un eventual retorno de “El Alemán” a la zona que dominó a sangre y fuego. Sí, hay temor a represalias, pero también expectativas sobre el impulso que su regreso podría darle a algunos proyectos que se iniciaron con la desmovilización, pero quedaron a media marcha.

 

“El Flaco Peque”, desmovilizado del bloque Élmer Cárdenas, ingresó a ese grupo a los 17 años. Hoy lidera el proyecto productivo de caucho del que tratan de subsistir por lo menos 20 familias de antiguos combatientes en la vereda Villa la Paz, en Unguía, Chocó. Este es su relato:

 

“Llegamos al grupo porque mi primo se fue para allá a conciencia. Cuando nos dimos cuenta de que estaban entrenando a la gente fuimos a preguntar. A varios los devolvieron, si decían que iban por venganza o lo que querían era la plata, entonces no los dejaban entrar. Uno sabía que iba era por su plata, pero lo que había que decir era que estaba allá porque quería, porque le gustaba.

 

Nací en Acandí. Cuando entré tenía 17, me faltaban como tres meses para cumplir los 18, pero era alto, entones a los comandantes les dije que era mayor para que no me fueran a devolver. En ese grupo no había niños, pero uno sabía que en los otros sí. Ellos estaban en otras partes, por ahí en las fincas, los ponían a cuidar el ganado o a hacer cosas más suaves.

 

Por eso cuando yo me desmovilicé dije que cuando entré ya tenía 18. En cambio aquí hay un muchacho que sí entró al bloque Elmer Cárdenas estando más pequeño. A él sí le dieron su buena plata con esa reparación.

 

Yo tenía que patrullar, hacer registros, caminar. Nos movíamos desde Capurganá hasta Riosucio. Lo de nosotros era todo esto, Acandí, Unguía, todo el norte del Chocó. A “El Alemán” no lo veía porque él era del Estado Mayor, entonces uno sabía que andaba por ahí, pero era muy difícil encontrárselo.

 

Nos desmovilizamos en el 2006, aquí en Unguía. Estuvimos un año por ahí, moviéndonos de acá para allá, pero no se conseguía trabajo. Cuando se daban cuenta que uno era desmovilizado, ahí mismo lo sacaban de las fincas o de donde estuviera trabajando.

 

Entonces empezamos a ahorrar como el 80 por ciento de lo que nos daban por habernos desmovilizado. Éramos más de 100 familias y si nos tocaban 300 mil pesos, recibíamos solo 80 y el resto lo dejábamos ahorrado. Esos recursos se fueron para la cooperativa que creamos que se llama Construpaz. Nos salió un proyecto y nos pusimos a trabajar con la agricultura y con el caucho. Con la plata que recogimos compramos las tierras en la vereda que se llama Villa la Paz. Ahí estuvimos trabajando con el caucho, dándole y dándole.

 

Pero en el 2011 toditicos nos desplazamos porque la guerrilla mató a dos compañeros, nos amenazó y nos tocó salirnos para el pueblo. Ellos pensaban que por ser desmovilizados estábamos armados. Pero la verdad es que nos quedamos porque el Ejército nos cuidaba.

 

Estuvimos varios meses en el pueblo, no sé exactamente cuántos, pero en todo caso volvimos y ahora somos más o menos 15 familias que vivimos en Villa la Paz. Hay otros que decidieron quedarse, pero siguen teniendo su caucho y vienen a trabajar.

 

Ahora el problema no es la guerrilla, esa gente no ha aparecido más por ahí. Ahora estamos jodidos porque ya el caucho está de rayar y no sabemos cómo hacer, no hay un apoyo, no tenemos cómo procesarlo.

 

No nos da miedo que “El Alemán” salga. Él siempre, desde que lo metieron a la cárcel, decía que no quería que la gente abandonara este proyecto. Siempre mandaba razón de que nadie se fuera ni se metiera a grupos a delinquir, nos mandaba a decir que siguiéramos con trabajos honestos.

 

Ahora que dicen que puede salir, de pronto mete la mano para que nos ayuden, de pronto va a haber alguien que a él si lo escuche y vengan y nos ayuden. Ya pasamos lo más duro que fue desmovilizarnos, ahora viene lo más fácil que es ayudarnos a producir”.

El impulso que esperan en las tierras de “El Alemán”

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